Se dice que los niños son mucho más sensibles que los adultos en el campo paranormal, que pueden ver fantasmas, escucharlos, incluso sostener conversaciones con estas entidades.

Ante este fenómeno han surgido especialistas paranormales y psicológicos, pero en ambos campos las teorías parecen tener muchas similitudes y pocos desacuerdos.

La teoría mas aceptada dice que el cerebro de los niños se encuentra en un punto de maduración donde aún le es posible percibir energías que se manifiestan en imágenes y sonidos. Otras agregan que, al ser tan pequeños, los niños no han adquirido el aprendizaje de distinguir lo que es real de lo que es poco probable y es por eso que su cerebro aún no sabe negar hechos que para nosotros parecieran no tener lógica o explicación.

Este hecho fue atestiguado por la señora Dana, quién relata los momentos donde vio a su nieta Paula conectar con el másallá.

Hija de un matrimonio joven, Paula tenia apenas el año de edad cuando su madre dio a luz a su segunda hija, Fernanda. Lamentablemente al cumplir los 3 meses de edad, la recién nacida enferma gravemente de meningitis, y en cuestión de horas pierde la vida.

El tiempo pasó y Paula estaba por cumplir 3 años de edad, pasaba la mayor parte de su tiempo en casa de sus abuelos.

Una tarde igual a todas, la abuela de la niña, la señora Dana, se encontraba en la cocina mientras Paula se encontraba jugando en el comedor. La niña parecía hablar sola, como de costumbre, como cada vez que jugaba, sin embargo, fueron las palabras de la niña las que llamaron la atención de su abuela. Pues esta vez era distinto, no parecían palabras al azar, no parecía parte del juego de la pequeña. Esta vez, se trataba de algo mas parecido a un dialogo que nada tea que ver con el juego de te amarillo de plaza sésamo. Paula parecía hacer preguntas, y responder otras con frases como “pero ¿por qué?… , no…vamos”.

Cuando Dana se acerco a su nieta le pregunto con quien estaba platicando, Paula le respondió “¿con la niña abuelita, no la ves? Fue imposible que la señora no pensara en que quizá se trataba de su fallecida nieta, sin embargo Paula era muy pequeña cuando aquello pasó y nadie había hablado del tema con ella pues consideraban que era aún muy pequeña para entender que algún día había tenido una hermana que ahora no estaba.

Fue entonces cuando Dana se atrevió a confirmar o descartar la escalofriante y nostálgica idea que le había cruzado por la mente. Dana le dijo a su nieta “pregúntale a la niña como se llama”, Paula miro fijamente a su lado y dijo “dice que se llama Fernandita y que es mi hermana”. En un segundo Dana se helo desde los pies hasta la cabeza, el miedo que había sentido al sospechar, se fue cuando lo confirmó y en su lugar inundó una enorme nostalgia al saber, que el alma de su pequeña aun rondaba la casa y que jugaba con las tazas de te que en vida no alcanzo a compartir con su querida hermana mayor, Dana reaccionó sin dejar que Paula notara su sentir y le dijo “dile a Fernandita que la quiero mucho”.

Los días, las semanas pasaron, y los juegos y las platicas de Paula poco a poco se desvanecieron junto con la esperanza que Dana tenía de volver a contactar a su difunta nieta de esta o cualquier forma.

Al igual que Dana, quizá deberíamos prestar más atención a las palabras de nuestros hijos pues lo que parecen ser juegos inofensivos podrían estar siendo en realidad, contacto con el más allá.